#Microrrelato
Esa noche volverían a cenar sin mirarse la cara. Ella presiente que el amor tiene los días contados, que no va a resistir muchas cenas más. Está harta del abocamiento a la hipnosis digital, de conversar lo estrictamente necesario y de llegar extenuada a un catre, día tras día, para pagar a duras penas el alquiler.
Pero ese lunes de apagón apocalíptico no hubo plan, solo dos velas, dos latas de sardinas y 2666, de Bolaño, a media voz.
Charlaron durante horas mientras, de fondo, la marejada nocturna se fundía con las sirenas de las ambulancias. Ese fue su kit de supervivencia.

