En el margen literario

Un proyecto de escritura y de docencia.


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Dirty Martini

Por primera vez, lo ama, o eso creyó al observarlo bañándose en la piscina. Cierto es que tampoco tuvo nunca la intención de hacerlo, ni cuando dejó de ser ese indiscutible mediocre gracias al éxito de esa empresa de relojes con calculadora y correa de piel de imitación. Ni cuando le dio un hogar, ni cuando formaron una familia… nada, no soportaba esa barriga peluda, ni ese felpudo bajo la nariz ni sus rones con hielo.

Tampoco llegó el amor con ese adosado con piscina, ni con las joyas, ni con los vestidos, ni con las vacaciones, ni con los coches caros, ni con las clases de pádel… nada comparable a cuando por fin vio su cuerpo boca abajo flotando en la piscina mientras tomaba un garnish.
#Microrrelato


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Cabeza de carrera

El hombre lobo más orgulloso de la provincia había llegado a la final de la primera edición televisada del Concurso Nacional de Ferocidad que se celebraba en la capital licántropa.

Su altivo morro le impedía oler el rastro de sus lupulosos contrincantes. Divisaba ya la recta final en la falda del monte: «Esas modelos barbudas se van a quedar prendadas de mis amarillentos y babosos colmillos», se decía, mientras se imaginaba en el podio.

En riguroso directo, en el recién inaugurado Salón del Ministerio Feral, con él como ganador, el trofeo es disecado por el mejor taxidermista del país para que su cabeza lo adorne.

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El primer y último ensayo

Dibujó un pequeño ataúd y se metió dentro. Por primera vez desde que le dieran el papel, se sintió capaz. El estreno era inminente y mañana comenzaban los ensayos con la compañía. Sabía de las esperanzas que todos depositaban en la obra. Los nervios eran como los de la primera vez, pero las fuerzas ya no le nacían de sueños, sino de las imágenes de lo que había sido: escenas principales de un actor secundario. Jamás había pensado en cuál sería su último papel. Cerraba los ojos y simulaba el letargo. Su última función. Escuchaba su respiración hundirse. Cierra la tapa y, una vez acomodado, deja de fingir.

#Microrrelato


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Orquesta sin repertorio

Jugó a dibujar figuras de humo con la pajita del refresco para burlarse de cómo fumaba. Fue aquel sofocante verano del 66 en el que la invité a bailar en la verbena, entre luces titilantes, guirnaldas descoloridas y aquella orquesta que no paraba de desafinar.

A estas alturas, los surcos de nuestra piel nos recuerdan mejor que nosotros mismos. Es la hora de comer e, igual de pícara, sigues jugando con la pajita mientras cabeceas para esquivar la cuchara.

Te arropo para que duermas la siesta antes de irme a la ventana a fumarme un cigarro; a veces olvido que el médico me lo tiene prohibido.

#Microrrelato